La civilización se basa en la fe, no en la tecnología. La fe conduce a la creencia en la bondad y la igualdad humanas, a la confianza en el prójimo, al sentido del bien común en lugar de la mera ventaja egoísta, a la pasión por la justicia y al valor de la compasión extendida a los vulnerables. Permite el perdón y la paciencia en tiempos de traición y conflicto.
La civilización también se basa en una fe sostenida en el futuro, en la creencia de que todo tiene un sentido, que no hemos alcanzado la perfección pero que no nos vamos a rendir. La sociedad civilizada se basa en la creencia, que nace de la fe, de que tenemos algo que vale la pena dejar a la siguiente generación para que lo haga mejor de lo que nosotros fuimos capaces de hacer.
La meditación comienza y termina en la fe. Expresa la unidad de todos en el espíritu, como lo hacen todos los actos sagrados inspirados por el amor y la compasión.