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Preguntas frecuentes

Hay un dicho que sostiene que esta forma de meditación no es enseñada sino alcanzada. Lo único  que puedes esperar es entrar en la experiencia profunda y real de la práctica diaria de esta forma de oración para que vayas construyendo tu propio camino del silencio y quietud de la oración contemplativa.

Es nuestra fe lo que hace nuestra meditación cristiana. Nos unimos al Espíritu de Jesús quien ora en nosotros. «Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo: ¡Abba!, es decir, ¡Padre!» (Gal 4, 6). «Igualmente, el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables» (Rom 8, 26).

Cuando se medita, la regla fundamental de la postura es que estés sentado, erguido, relajado y alerta. Algunos piensan que lo mejor para esto es una silla con la espalda recta. Otros piensan que arrodillarse en un banco de oración es lo mejor para ellos. Otros eligen meditar sentados en el suelo o sobre un cojín firme. Una vez que encuentres la postura que sea más cómoda para ti, mantén esta misma postura cada vez que medites. Relaja tu cuerpo; respira despacio y en paz. Repite tu palabra desde el principio hasta el final del período de meditación: Ma-ra-na-tha.

El Padre John Main no le dio demasiado énfasis a la respiración y la postura porque el quería que las personas entendieran la simplicidad de la disciplina y que no la convirtieran en una técnica. Cuando te interesas demasiado en una técnica, entonces olvidas que el propósito principal de la meditación es la oración.  

La meditación involucra a la totalidad de la persona, cuerpo, mente y espíritu; así que lo que hacemos con nuestro cuerpo en la meditación es de gran importancia. Nuestra posición expresa una actitud de reverencia. Necesitamos permanecer sentados con la espalda recta, relajados y alerta, sin molestias ni incomodidades. Aprender a respirar bien usando el abdomen y mantener la espalda erguida nos ayuda a entrar al estado de quietud, simplicidad y silencio.

Para aquellos que inician será un desafío encontrar el tiempo para meditar dos veces diariamente. Empieza a meditar fielmente por 20 minutos una vez por día, ya sea en la mañana o en la tarde o noche. Esto requiere que ajustes tu rutina diaria, y requiere un sacrificio, ya sea dejar de revisar las redes sociales o dejar de ver tus series favoritas.  Después de uno o dos años intenta incorporar el segundo periodo de meditación. El ritmo de la meditación diaria de dos veces por día proporciona serenidad ya que la meditación le da apertura y cierre a tu día.

La experiencia de muchos meditadores es que al dedicar tiempo para la meditación lo que sucede es que ganamos tiempo. Esto se debe a que la calidad de nuestra vida se mejora con la meditación

Algunos escritores antiguos usan la palabra «meditación» para referirse a la oración sin palabras  (o apofática), sin embargo el significado ha cambiado a través de los años.  Hay diferentes métodos de orar que usan la imaginación, imágenes u reflexiones basadas en la lectura para llegar a la mente de Cristo. A esto se le llama con frecuencia meditación; por ejemplo, el método ignaciano de meditación.

En la meditación no vaciamos nuestra mente o la ponemos en blanco, sino que la limpiamos de las distracciones para que la presencia de Cristo la pueda llenar y hacerse cargo.

Al igual que las medicinas recetadas para que se tomen dos veces al día, obtendrás mayores beneficios si meditas por la mañana y por la tarde/noche. El mantra le da un ritmo de serenidad a tu vida, a medida que nuestra meditación nos ayuda a comenzar el día y le da un cierre a lo que haya sucedido.  Pueda que encuentres que es más fácil planear tu meditación en las horas del final de la tarde que muy tarde en noche.

La tradición enseñada por el Padre John Main es también llamada el Camino de la Pobreza porque no proporciona ningún tipo de indulgencia al ego, a la mente o a los sentidos. Aunque la música puede ayudar en otros tipos o formas de meditación, en nuestra tradición es considerada una distracción. Debemos escuchar únicamente a la palabra de oración en el silencio de nuestra mente.

La meditación y la auto-hipnosis son opuestas.  La auto-hipnosis esta orientada a experiencias a través de la autosugestión,  el cambio en los sentimientos, pensamientos y fantasías para llegar a un estado general de bienestar. La auto-hipnosis es un ejercicio de auto-consciencia. La práctica de la meditación cristiana por otro lado está centrada en Dios y supone nuestro movimiento hacia el misterio de Dios que está más allá de los pensamientos, imaginación o sentimientos. Las investigaciones de las ondas cerebrales durante la meditación muestran que difiere substancialmente de lo que ocurre durante el sueño o durante cualquier tipo de hipnosis.

En su libro Qué es la Contemplación, Thomas Merton, el gran monje cisterciense y escritor americano dice, «Las semillas de la contemplación están plantadas en el alma de cada cristiano en el bautismo. Pero las semillas deben crecer y desarrollarse antes de que puedan cosecharse. Hay miles de cristianos caminando el la faz de la tierra llevando en sus cuerpos la infinitud de Dios de quien no saben absolutamente nada. Las semillas de contemplación han sido plantadas en estas almas, pero ellas están dormidas y no germinan. La actividad excesiva, los cuidados y las preocupaciones del mundo frecuentemente ahogan la voz de Dios llamándonos a esta forma de oración».

La Hermana del Sagrado Corazón, Madeleine Simon, fundadora de dos centros de meditación en Inglaterra y autora de Born contemplative, señala que los primeros años de vida de los niños son los tiempos para nutrir la semillas de la contemplación y para iniciar una profunda y duradera relación con Dios.

 
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