La meditación es una forma de seguir el rastro humano hasta el centro de la realidad, donde somos capaces de experimentar una unidad que es paz, alegría y amor. Aquí se han trascendido las diferencias, se han resuelto las dualidades. Y descubrimos que no meditamos sólo para nuestra tranquilidad privada. Meditamos con un sentido creciente de que nuestro viaje es de vital importancia para los demás. [San Agustín dijo que todo el propósito de esta vida es restaurar la salud del ojo del corazón, por el cual vemos a Dios en todas las cosas. La meditación es el medio por el que devolvemos la salud al ojo del corazón para que podamos ver la unidad de Dios dondequiera que estemos, con quienquiera que estemos, incluso en el corazón del conflicto y la discordia, especialmente en el corazón del conflicto y la discordia. Al seguir nuestro camino, empezamos a trascender las dualidades que nos mantienen encerrados en el conflicto, la sospecha, la ira y la violencia -verbal, psicológica o física-. Todas ellas sabemos que son las fuerzas más negativas en nosotros mismos, en nuestras relaciones y en el mundo. Pero a medida que avanzamos en el viaje, meditación a meditación, día a día, nos liberamos de la raíz oscura que nos aleja del amor, de la visión de Dios.