De Laurence Freeman OSB, El Poder de la Atención, MEDITACION CRISTIANA Y SILENCIO (THE SELFLESS SELF) (Norwich: Canterbury, 2008), pp. 31-35.
Pensamos que sería más fácil alejarnos de la autoconciencia y la introspección si supiéramos hacia donde nos dirigimos. Si solo tuviéramos algo fijo en qué enfocarnos. Si Dios pudiera ser representado por una imagen. Pero Dios verdadero nunca puede ser una imagen. Las imágenes de Dios son como dioses. Crear una imagen de Dios es solo terminar mirando una versión mejorada de nosotros mismos. Ser verdaderamente interior, abrir el ojo del corazón, significa vivir dentro de una visión sin imágenes, que es la fe, y esta es la visión que nos permite "ver a Dios" en todas las cosas.
En la fe, la atención está dirigida por un nuevo Espíritu, no por los espíritus del materialismo, la comparación, la búsqueda del yo y la autoconservación, sino por el ethos de la fe, que es despojado por naturaleza. Podemos vislumbrarlo simplemente recordando esos momentos en los que experimentamos paz, realización y alegría máximas, y reconocer que fueron momentos en los que nos perdimos en algo o alguien, no cuando poseíamos algo. El pasaporte al reino requiere la marca de la pobreza.
[. . . .] Aprender a centrarse en los demás es una disciplina, es el discipulado y requiere una ascesis. No hay nada más difícil que aprender a apartar la atención de uno mismo. Y para nosotros hoy, hay un desafío aún mayor, porque parece casi sacrílego apartar la atención de nosotros mismos, ya que asociamos el crecimiento, la realización y el desarrollo con el autoanálisis constante y la construcción consciente de una imagen positiva de nosotros mismos. . . Todos tendemos a dejar que nuestra atención vuelva a la autoconciencia, la autoadmiración y la distracción. Pero hay una verdad simple que descubrir. Cuando nuestra atención está en nosotros mismos, . . . nada nos permite estar plenamente enfocados en Dios. Cuando nuestra atención está en Dios, con la visión de la fe, todo revela a Dios.