Evagrio poseía un profundo conocimiento psicológico de la mente humana. El hecho de que este conocimiento, surgido de un cuidadoso análisis de los pensamientos, es esencial para el cambio y la transformación solo fue redescubierto en el Siglo XIX con Freud y Jung. Actualmente es una hipótesis de trabajo comúnmente aceptada por la mayoría de los psicoterapeutas y analistas. Muchos de los dichos de Evagrio no se verían fuera de lugar en un manual moderno de psicoterapia.
En su enseñanza sobre cómo «observar los pensamientos» distingue los siguientes como los más importantes: «Existen ocho categorías generales y básicas de pensamientos en las cuales están incluidas todos los pensamientos. Primero está la codicia, luego la impureza, la avaricia, la tristeza, la ira, la acedia, la vanagloria y por último el orgullo».
Hemos conocido en una carta anterior al «Demonio de la Acedia», la aridez espiritual con su sentimiento de «¿qué sentido tiene?» o «nunca pasa nada» que trata de impedir que perseveremos en el camino de la meditación. Aunque lo hemos conocido en primer lugar, no es uno de los más importantes, éstos son la codicia, la avaricia y la búsqueda de estima; «De los demonios que se oponen a nuestra práctica de la vida ascética, hay tres grupos que pelean en las primeras líneas: aquellos encargados de los apetitos de la codicia, aquellos que sugieren pensamientos de avaricia, y aquellos que nos incitan a buscar la estima de los hombres. Todos los demás demonios los siguen detrás y a su turno atacan a los que ya están heridos por los tres primeros grupos». Es sencillo ver cómo todavía proliferan estos «demonios» en nuestros tiempos.
Por lo tanto la «codicia» comienza todo el proceso y se aplica a todos los aspectos de la vida, no solamente a la comida, se la considera como una forma obsesiva de apego a todo, incluyendo capacidades físicas e intelectuales, conocimiento y posesiones materiales, sin importar lo escasos que sean. Incluso pueden extenderse a las relaciones sexuales, de allí a la «falta de castidad». La «codicia» fue realmente considerada como una actitud general de falta de moderación, por lo tanto en la vida ascética podría aplicarse más a un ayuno extremo que a comer mucho. Además, el peligro era que podía a su vez llevar a ser fácilmente conducidos a quedar bajo el poder de los demonios de la «vanagloria» y el «orgullo». Dijo el sacerdote Abba Isidoro: «Si ayunas regularmente, no te infles de orgullo, pero si sientes demasiada autoestima por causa de ello, entonces es mejor que comas carne. Es mejor para un hombre comer carne que sentir orgullo de sí mismo y vanagloriarse».
La preocupación por la comida y el ayuno no sólo podrían conducir al orgullo, sino también a la «avaricia». El asceta podría no querer romper su ayuno y compartir una comida con su hermano porque le preocupa no tener suficiente comida para mantener su propia salud. Al hacerlo, él tampoco cumple con la importante virtud de proveer hospitalidad a quien se lo pida.
Se considera que la «tristeza» y la «ira» son demonios relacionados entre sí. Al hablar de «tristeza» Evagrio no se refiere a un dolor o a una depresión genuinos, sino a la tristeza que surge de los deseos frustrados. Ella generalmente está acompañada por la «ira» hacia aquellos que tienen las habilidades que los ascetas codician.
Evagrio considera que estos «trastornos» del pensamiento o «malos pensamientos» son los demonios más peligrosos, aún cuando el asceta se encuentre muy avanzado en el camino: «El espíritu de vanagloria es muy sutil y crece prontamente en las almas de aquellos que practican la virtud. Los conduce al deseo de hacer públicas sus luchas, de perseguir el elogio de los hombres… El demonio del orgullo es la causa de la caída más perjudicial para el alma. Ya que induce al monje a negar que Dios es su ayudante y a considerar que él mismo es la causa de las acciones virtuosas».
Esta forma discursiva de la meditación, «la observación de los pensamientos» es un elemento esencial en el camino espiritual, que lleva al auto conocimiento y al conocimiento de la Presencia Divina.