“𝘠𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘰𝘺 𝘤𝘰𝘯 𝘶𝘴𝘵𝘦𝘥𝘦𝘴 𝘩𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘦𝘭 𝘧𝘪𝘯 𝘥𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰”, dijo Jesús. Esa es la presencia real. Presencia incondicional. Eso es lo que nos nutre. Eso es lo que nos abre a la experiencia de la verdadera felicidad, incluso en medio de los problemas de la vida. La Eucaristía es una expresión—no la única—pero sí una muy especial, para aquellos que están sintonizados con ella. No todos lo están. Pero es una expresión extraordinaria en la forma más simple posible de esta presencia real. Pero también lo es la meditación. Y para la gran mayoría de las personas que no sintonizan con la Eucaristía, o no han captado su frecuencia, la meditación es probablemente la forma más directa y sencilla en la que podrían encontrar esa paz, felicidad y alimento interior.
Homilía del 2 de junio de 2024, Laurence Freeman OSB