Dios es crecimiento infinito, y nuestra vida proviene directamente de este misterio de la vida misma, del crecimiento mismo, hasta que nos integremos completamente en él. ¿Qué nos dice aquí? La frase que siempre me impacta mucho es esa pequeña frase: el agricultor lanza la semilla en la tierra, y la semilla brota y crece, día y noche. Ya sea que él esté despierto o dormido, el proceso de crecimiento sigue. Es como si en todos los niveles de conciencia estuviera creciendo. Nosotros estamos creciendo tanto cuando dormimos como cuando estamos despiertos, pero no sabemos cómo. ¿Cómo? Él no lo sabe. Y es ese “no saber” lo que nos permite ver y experimentar la santidad de la vida, la santidad del crecimiento. Nos da consuelo en nuestros momentos más difíciles, al saber que el crecimiento continúa, sin importar lo que suceda. Y, aunque no lo comprendamos del todo, es más grande que nosotros. No sabemos cómo, pero sabemos que sigue creciendo.
Homilía del 16 de junio de 2024, Laurence Freeman OSB