Esta es la gran bienaventuranza: 𝘍𝘦𝘭𝘪𝘤𝘦𝘴 𝘺 𝘣𝘦𝘯𝘥𝘪𝘵𝘰𝘴 𝘴𝘰𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘱𝘶𝘳𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘳𝘢𝘻𝘰́𝘯 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭𝘭𝘰𝘴 𝘷𝘦𝘳𝘢́𝘯 𝘢 𝘋𝘪𝘰𝘴. No hay mejor manera de pasar nuestro tiempo que purificar nuestro corazón y apoyarnos mutuamente en ello. Ese es el trabajo de una comunidad. (…) La práctica contemplativa puede comenzar en cualquier nivel de conciencia, dondequiera que estemos. Por eso podemos enseñarla a los niños; necesitamos enseñarla a los niños. Más adelante en la vida, puede ser más difícil estar abiertos al cambio, aprender a expandir nuestra conciencia. Puede ser más desafiante porque nos hemos acostumbrado a ciertas formas y creemos que ya sabemos cómo somos. Pero siempre podemos cambiar.
Homilía del 1 de septembre de 2024, Laurence Freeman OSB