Un extracto de Laurence Freeman OSB, Meditación, en JESÚS EL MAESTRO INTERIOR (Londres: Continuum, 2000, p. 197-98).
La meditación es la terapia más profunda y esencial para sanar el sufrimiento humano. No es una práctica reservada para personas espiritualmente avanzadas. . . No se trata solo del destino, sino también del punto de partida. Tampoco es la escapatoria narcisista que la publicidad vende a los estresados y acelerados de Occidente (y cada vez más de Asia). La meditación no es una actividad de ocio, aunque requiere tiempo y relajación. Desde una perspectiva espiritual, nos relajamos para meditar, no meditamos para relajarnos.
La meditación armoniza las dimensiones normalmente discordantes de nuestra conciencia. Reconciliar contradicciones y opuestos es parte de su esencia. Todas las tradiciones coinciden en que sus frutos son mucho mejores que sus opuestos. Y estos frutos son fáciles de reconocer: compasión y sabiduría, generosidad y tolerancia, perdón y bondad, dulzura y paz, alegría y creatividad. Al liberar estas cualidades, la meditación enriquece nuestra humanidad y nos ayuda a alcanzar una mayor plenitud.
Puedes vivir sin meditar, pero la meditación es como el viento que impulsa la vela del espíritu.