Un extracto de Laurence Freeman en A Primera Vista: La Experiencia de la Fe (Nueva York: Continuum, 2011), pp. 24-25.
Si la meditación cambia nuestra vida, es porque nos ayuda a ver el verdadero valor de vivir con fidelidad. Nos muestra lo que significa ser fiel en las pequeñas cosas, no solo creer en grandes abstracciones o aferrarnos tenazmente a la zona de confort de ciertas ideas simplemente porque siempre lo hemos hecho o porque moldean una identidad para nosotros. A medida que la meditación desarrolla el músculo de la fe, la integridad empieza a importar más, no como un código moral prescrito, sino como un sentido de lo que significa la plenitud. Se vuelve más incómodo vivir con nosotros mismos si actuamos o hablamos sin integridad, por lo tanto, la buscamos incluso a costa de ciertos sacrificios. Ser un ser humano fiel, cumplir nuestra palabra, actuar con autenticidad en todas nuestras relaciones, tanto íntimas como profesionales, intentar decir la verdad tal como es, ser justos y compasivos en los pequeños asuntos diarios, se vincula cada vez más con nuestro sentido del significado.
¿Fieles a qué?, podríamos preguntarnos. Simplemente fieles, fieles en todo lo que hacemos. Fieles en la forma en que amamos, fieles en la forma en que trabajamos. Fieles en la forma en que caminamos y hablamos, y en la forma en que hacemos lo que decimos. Fieles en la forma en que permanecemos quietos en la meditación, fieles en la forma en que aceptamos el regalo de la vida al usar nuestro tiempo conscientemente y al tratar nuestro cuerpo, a los demás y a esta tierra que es nuestro hogar con respeto. Al vivir con fidelidad, descubrimos en primera persona el significado de la bondad.