La meditación cristiana es una forma de oración. Es una disciplina, un compromiso, una promesa al Señor – sentarse a meditar de manera regular, dos veces al día, y permanecer regresando a la repetición de la palabra a pesar de las distracciones. Como discípulos, confiamos que la práctica de esta disciplina nos conducirá más cerca del Él.
- Lo que importa es ser fieles
La persona que empieza a meditar está tan cerca de Dios como cualquier otra persona que ha estado meditando por 20 años. El principiante puede tener una experiencia bella de una meditación tranquila mientras que un meditador experimentado puede estar pasando por un momento de dificultades y distracciones. Lo que importa es que ambos permanezcan fieles a través de lo que sea que esté ocurriendo.
- No midas tu progreso
La meditación no es una técnica, no hay objetivos que alcanzar. No hay que obtener ningún tipo de «logros» o «experiencias». No nos calificamos dependiendo de si hacemos una meditación con o sin distracciones si tenemos una linda experiencia, o cualquier otra cosa. De hecho, no evaluamos ni medimos nada porque es a través de las distracciones y de las dificultades que aprendemos. Cada vez que nos distraemos, regresamos humildemente a la repetición de la palabra sagrada, así crecemos en humildad y disciplina.
- La palabra sagrada (o mantra) comienza sonar en tu corazón
Cuando empezamos a meditar nuestra mente está llena de miedos, ansiedades, distracciones, y hay que esforzarse para regresar a la repetición de la palabra sagrada. Luego parece que esta palabra se hunde en la profundidad de nuestro corazón. Entonces no estamos diciendo la palabra sino sonándola en nuestro corazón. Gradualmente comenzamos a escucharla. A medida que la escuchamos, ella nos lleva al silencio. Pero el silencio no es un objetivo que tenemos que lograr. Tan pronto de capturas pensando que has llegado al silencio, entonces te has distraído, luego tendrás que regresar a la repetición de tu palabra.
- Un proceso gradual de sanación
A medida que continuamos con nuestra meditación, llegamos a un periodo más profundo de consciencia donde nuestras memorias y heridas emocionales comienzan a aparecer. Si aparecen, simplemente regresamos a la repetición de la palabra sagrada.