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Extracto de Laurence Freeman OSB, Salir adelante, 8 de septiembre de 2017, Blog de Laurence Freeman OSB.

Nuestra visión racional del mundo se basa fuertemente en la estrategia. Planificar y controlar el futuro es un objetivo incuestionable para la mayoría de los administradores y políticos modernos. Buscan una fórmula perfecta que supere incluso la idea de un Dios que lo sabe todo y hace lo que quiere. Pero cuando observas el caos en la Casa Blanca, la confusión en el enfoque del gobierno británico sobre el Brexit, o hablas en privado con la mayoría de los directores ejecutivos, la realidad es muy distinta. Detrás de la fachada de "tener el control", lo que en verdad hay es miedo, incertidumbre y solo un intento de salir del paso de crisis en crisis, sin perder la imagen o las bonificaciones. La gente generalmente se sorprende, con una vaga sensación de gratitud, cuando las cosas salen según lo planeado.

Asi es la vida, donde los planes más elaborados pueden desmoronarse en un instante por un huracán, un diagnóstico médico, una caída en las tasas de cambio o un clic accidental en "enviar". No es de extrañar que tengamos miedo y busquemos lidiar con ese miedo refugiándonos en rutinas seguras, las cuales incluso las vacaciones refuerzan.

Quizás aquí es donde el "temor de Dios" puede rescatarnos. Según las Escrituras, es el comienzo de la sabiduría. Sin embargo, "temor" es una mala traducción, porque evoca castigo o culpa. Nos asusta con razón el neo-nazismo, pero ese es un tipo de miedo distinto. El temor de Dios es más parecido a la sensación de grandeza y vulnerabilidad que sentimos al mirar al borde de un acantilado alto, o al asombro en el momento del nacimiento o la muerte, o al declararse amor mutuo, o la noche antes del matrimonio o de la profesión monástica.

Este llamado "temor de Dios" se parece más al asombro, la admiración y la emoción que a un miedo ordinario. Es la revelación de nuevas formas de ser que antes ignorábamos o de las que dudábamos. Las parábolas de Jesús nos revelan esto a través de su exageración y casi absurdo.

Pero una vez que aceptamos esta revelación de lo desconocido, sentimos no la ansiedad y la inseguridad que tememos y evitamos, sino una nueva clase de paz y la misteriosa certeza de la fe. Hay otra forma de equilibrar lo impredecible y aterrador de la vida con una adaptación calmada y con humor a las circunstancias. Esto se logra mediante la meditación, cuando hacemos un hábito de la pobreza y la falta de poder, y descubrimos que estas cualidades de conciencia no son la causa del miedo psicológico, sino el antídoto contra todo tipo de miedo, excepto el temor de Dios.

Al repetir el mantra, reconocemos y aceptamos el desorden de nuestras mentes y vidas. Eventualmente, nos volvemos intrépidos. Caminamos por el campo minado de la vida con pasos más ligeros. En esa aceptación, empezamos a ver el potencial y el orden en el caos. Recordamos que el Espíritu de Dios puede hacer lo que los consultores de gestión no pueden. Trae cosmos del caos y sitúa la experiencia creativa por encima de la compulsión de controlar.

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