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Psicología y espiritualidad

En las últimas cartas hemos estado explorando la importancia del auto conocimiento en dos niveles. Primero necesitamos darnos cuenta de las artimañas del ego, William Blake lo llamó «la limpieza de nuestras puertas de la percepción». Observamos las diferentes imágenes del ser y de Dios, que pueden ser un obstáculo en nuestro camino hacia lo Divino. En segundo lugar necesitamos recordar que somos más, también tenemos otro nivel espiritual más profundo de nuestro ser, frecuentemente llamado «verdadero ser». Aprender a comprender al «ego herido» generalmente es considerado «simplemente psicológico», no espiritual. Pero que esa psicología y esa espiritualidad sean dos ramas diferentes y no tengan nada que ver entre sí, es una creencia errónea. 

La psicología se ocupa del conocimiento de la psique, el alma, y el punto más alto del alma es el espíritu, ellos forman un todo. «La realidad que llamamos Dios debe ser primero descubierta en el corazón humano, además no puedo conocer a Dios a menos que me conozca a mí mismo» dice Meister Eckhart, estableciendo un claro vínculo entre lo psicológico y lo espiritual.

La importancia del autoconocimiento es destacado no solamente por los santos y los teólogos sino también por los filósofos. «Hombre, conócete a ti mismo» fue escrito sobre la entrada del Oráculo de Delfos en la Antigua Grecia. Y de Sócrates escuchamos «Una vida sin examinar es una vida que no merece la pena ser vivida». El autoconocimiento va de la mano con el reconocimiento del propio potencial, incluso Jesús dice: «He venido para que tengan vida, y que la tengan en abundancia» (Juan 10, 10).

La transformación, el cambio, siempre son difíciles y con frecuencia dolorosos. Por lo tanto preferimos ignorar la conexión entre el auto conocimiento y el conocimiento de lo Divino, pero no podemos tener uno sin el otro. Al igual que Meister Eckhart, San Agustín enfatizó su imposibilidad. «El hombre debe primero restaurarse a sí mismo. Al hacerse semejante a un peldaño, puede desde allí elevarse y ser llevado a Dios».

El verdadero auto conocimiento no es, por lo tanto, auto obsesión, como tampoco es llegar al autoconocimiento sin más, nada más porque sí, sino un modo de ponerse en contacto con el verdadero ser, impregnado y sostenido por la Divina Realidad. Sin el auto conocimiento somos prisioneros de nuestras necesidades y nuestros impulsos. No podemos deshacernos de nuestras heridas, todo lo que necesitamos hacer es ser conscientes de ellas para que el Espíritu pueda ayudarnos a minimizar su poder y sanarnos. Solamente el auto conocimiento nos lleva a la verdadera libertad: podemos reaccionar simplemente a las necesidades de una situación dada sin expectativas y sin intenciones ocultas. Nos permite usar todos nuestros recursos, incluso nuestras facultades intuitivas, y tocar el Amor Cósmico y la Sabiduría. Entonces actuaremos preocupados por las necesidades de los demás, y al hacerlo también tendremos nuestras necesidades satisfechas. Es obvio que estamos en una red de vida interrelacionada e íntimamente conectada.

Es el silencio de la oración profunda, al que nos lleva la meditación, lo que facilita este proceso. Al abandonar nuestro ego y sus pensamientos e imágenes podemos escuchar la guía del Espíritu en el centro de nuestro ser. Cuando escuchamos desde el amor durante nuestros periodos habituales de meditación, cuando nuestra vida diaria se estructura alrededor de la oración, podemos llevar una vida más reflexiva, lo que nos conduce a un modo de ser más profundo. De esta forma también nosotros somos conscientes del verdadero significado de nuestra vida, de nuestro destino.

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