Las enseñanzas de Jesús en el Evangelio de Tomás expresan hermosamente lo que hemos estado hablando. Nos animan a abrirnos a la Realidad Divina, a la Divina Sabiduría. El modo es a través del verdadero auto conocimiento, al que se llega escuchando realmente en el silencio interno el significado espiritual más profundo de su enseñanza; su gracia que todo lo abarca nos sostiene.
El «Evangelio de Tomás» fue un producto de la cultura predominantemente oral que todavía existía en tiempos de Jesús y en los subsiguientes siglos. Sus enseñanzas fueron fundamentalmente transmitidas verbalmente. El mismo Jesús no escribió nada. En el «Evangelio de Tomás» se recopilaron juntos los más recurrentes dichos de Jesús, los cuales habían formado parte de esta tradición oral. Pueden haber sido una versión siria escrita por los años 50-100 de nuestra era. El cincuenta por ciento de los dichos de este Evangelio también se encuentran en los Evangelios Sinópticos.
Uno de los antiguos Padres de la Iglesia, Ireneo (Siglo II de nuestra Era), recomendó, en beneficio de la unidad de la Iglesia, solamente cuatro Evangelios, Mateo, Marcos, Lucas y Juan y las cartas de San Pablo. Eligió el Evangelio de Juan en vez del Evangelio de Tomás, por razones puramente personales: su maestro Policarpo había sido discípulo de Juan. En realidad en esa época el Evangelio de Tomás era mucho más popular que el de Juan. Debido a esta exclusión el Evangelio de Tomás desapareció de vista hasta que en 1945 se encontró en Nag Hammadi, en el Alto Egipto, una vasija de barro que contenía una mezcla de documentos, algunos pertenecían a la tradición Gnóstica pero también estaba el «Evangelio de Tomás» que es considerado por la mayoría de los expertos como perteneciente a la tradición «apostólica». Las enseñanzas en este Evangelio nos muestran cómo el énfasis en la transformación y en descubrir nuestra verdadera naturaleza como parte de lo Divino son parte de la Tradición Cristiana desde el comienzo. De acuerdo a la visión de Tomás la luz brilla potencialmente sobre todos nosotros. Todos somos hijos de Dios.
Estos dichos no pueden tomarse literalmente, las palabras de Jesús señalan el significado subyacente. Necesitan que se reflexione sobre ellas como en la disciplina de la Lectio Divina, preferiblemente después de la meditación, y así ser intuitivamente entendidas. Por lo tanto mis observaciones son solamente reflexiones personales. Uno de los dichos que es relevante para lo que hemos estado analizando es: Jesús les dijo: «Cuando conviertes dos en uno, cuando haces el interior igual al exterior y el exterior igual al interior, lo de más arriba igual a lo de más abajo, cuando conviertes lo masculino y lo femenino en uno,… entonces entrarás al reino» (Dicho 22).
Como hemos visto, el aspecto de nuestro ser que nos permite sobrevivir, nuestro «ego» es sólo un aspecto del todo. Nuestro viaje espiritual es acerca de recordar que somos más, ambos lados de nuestro ser necesitan integrarse, «convertir dos en uno». «Hacer el interior igual al exterior» nos desafía a permitir que la chispa divina en nuestro centro impregne todo nuestro ser, de manera que una sabiduría más elevada guíe nuestro comportamiento. «Hacer lo de más arriba igual a lo de más abajo» nos anima a abrirnos a la Luz Divina, al quedar iluminado «lo de más arriba», divinizamos todo nuestro ser. Y «convertir lo masculino y lo femenino en uno» implica integrar todos los aspectos de nuestro ser, incluyendo los aspectos «masculino» y «femenino» de nuestro ser. Jung recalcó: entonces «entraremos en el reino» y experimentaremos la sabiduría y la presencia de lo Divino.