Para cualquiera, ya sea fuera del radar o en el centro del poder, renunciar al control y elegir ser impotente es, en un principio, profundamente repugnante. Lo resistimos. Hasta el final de largo proceso, regateamos por pequeños modos de mantener el control. El final solo llega cuando podemos decir, con nuestro último aliento, ‘está cumplido’. En el instante de pura impotencia llegamos a la auténtica esperanza. Alcanzamos la meta con una última renuncia sin esfuerzo. Hasta entonces, aprendemos repitiendo los mismos errores, lo que ciertamente no es esperanza. Esto puede ser frustrante. Pero es el trabajo de la misericordia. Hasta el momento en que la verdad surge, imaginamos que la misericordia son momentos de buena suerte que parecen darnos lo que queremos. La misericordia no es indulgente de esta manera, aunque podamos imaginar que lo es. Es suave y amable, pero también inflexible.
Boletín WCCM, Octubre 2024, Laurence Freeman OSB