La verdad. . es el suelo sobre el que se asienta toda la realidad. Para llegar a esta realidad, aprendemos a ser sencillos, a estar quietos, a callar y a estar atentos, atentos a lo que es: la realidad suprema de la presencia y el amor de Dios dentro de nuestro propio corazón. Debemos dejar de pensar en nosotros mismos. Debemos aprender a ser, a estar en la presencia, la presencia de Aquel que es y que es el fundamento de nuestro ser, de todo ser. No debemos tener miedo cuando salimos, cuando dejamos atrás el yo y salimos al encuentro del otro. No debemos tener miedo. El espíritu de nuestro corazón, el espíritu al que nos abrimos en la meditación, es el Espíritu de la compasión, de la dulzura, del perdón, de la aceptación, el Espíritu del amor.