Por Laurence Freeman OSB, Perdón y Compasión, ASPECTOS DEL AMOR (Londres: Arthur James, 1997), pp. 72-74.
La única manera de lidiar con la complejidad de las relaciones humanas es aprender simplemente a amar. Aprendemos que el amor es la fuerza unificadora en cada relación humana, ya sea con aquellos más cercanos a nosotros, con quienes nos han herido . . . o en nuestra relación con la humanidad en general, con los desamparados en la calle o con el sufrimiento que vemos diariamente en los medios de comunicación. Aprendemos que es el mismo amor el que nos conecta con todos ellos. La única manera de enfrentar la complejidad de las relaciones humanas es mediante la simplicidad del amor. En el amor no juzgamos, no competimos; aceptamos, reverenciamos y aprendemos compasión. Al aprender a amar a los demás, liberamos la alegría interna del ser que irradia hacia afuera a través de nosotros, tocando a otros mediante nuestras relaciones. Por eso, las comunidades, las familias y los matrimonios no existen únicamente para la perfección de las personas en esas relaciones. Existen también para irradiar amor . . . más allá de sí mismas, irradiando alegría, esa simplicidad del amor más allá de sí mismas, tocando a todos los que entren en contacto con él.
Fue la visión de John Main sobre la comunidad humana: que la comunidad es posible por el compromiso que cada uno de nosotros hacemos en soledad con la relación más profunda de nuestras vidas, nuestra relación con Dios. Por eso, al aprender a amar a los demás, adquirimos una nueva comprensión sobre la unidad de la creación y la simplicidad básica de la vida. Vemos lo que significa decir que el amor cubre multitud de pecados. El perdón es el poder más revolucionario y transformador del que somos capaces. Nos enseña que el amor es la dinámica esencial de cada relación, ya sea la más íntima, la más antagonista o la más casual. Es la cotidianidad de nuestra meditación diaria la que nos revela cuán universal es el camino del amor.