La comunidad cristiana es, en esencia, la experiencia de ser reverenciados por otros, y nosotros reverenciarlos a su vez. En otros reconocemos el mismo Espíritu que vive en nuestros corazones, el Espíritu que constituye nuestro verdadero yo. En este reconocimiento del otro, un reconocimiento que rehace nuestras mentes y expande nuestra conciencia, la otra persona llega a ser como realmente es, tal y como es, y no como una extensión manipulada. Se mueve y actúa desde su propia realidad integral y ya no como una imagen creada por nuestra imaginación. Aunque nuestras ideas o principios choquen, el reconocimiento mutuo nos mantiene unidos. . .. La verdadera comunidad se produce en el proceso de atraer a los demás hacia la luz del verdadero ser. En este proceso, compartimos una experiencia cada vez más profunda de la alegría de vivir, la alegría de ser, según vamos descubriendo cada vez más su plenitud en una fe amorosa compartida con los demás. La esencia de la comunidad es reconocer al otro y reverenciarlo profundamente.